domingo, 18 de mayo de 2008

Senderos de evolución

Es común en estos tiempos, enterarnos de los detalles de vidas ajenas y gente que vive instalada en la angustia y la pena.

Pero poco o nada se ventila y publica sobre la humanidad en su conjunto, es como si el conglomerado humano o ésta colmena de almas que pululamos por el planeta, no fuera noticia o no vendiera rating o careciera de audiencia.

Esa es pobreza evolutiva suprema, valemadrismo de alto voltaje o suicidio ecuménico.

Me quedo con lo último, por amor a la vida y preocupación de ver como transitan los tiempos sin que los gobiernos y las cadenas de medios de comunicación le presten al planeta la indispensable atención.

Y no se trata de rasgarse las vestiduras, ni de protagonismos estériles que no resuelven situación alguna.

Se trata de conciencia colectiva, comunitaria, ecuménica (todo el mundo habitado). El reto es hacer los cambios pertinentes a conciencia y desde luego, por conciencia.

Veamos un ejemplo.

Es conocida la imagen televisiva de unos activistas tratando de impedir que los buques balleneros Japoneses, logren su objetivo.

La acción se agradece,¿ pero que han logrado en realidad?

Si la matanza de ballenas continúa es porque resulta un magnífico negocio, que rinde lo suficiente para financiar sus ilegales actividades disfrazándolas de protocolos de investigación.

¿Y por que es tan buen negocio matar ballenas?

Porque varios de sus contenidos son vendidos a los consorcios fabricantes de cosméticos y tratamientos de belleza, que luego expenden a precios de oro molido.

Un mil ochocientos cincuenta pesos por una crema antiarrugas de 50 gramos. Casi cuarenta mil pesos el kilogramo de la crema maravillosa. Fabricada con grasa de ballena.

¿Podemos deducir ahora con claridad, porque es tan próspero el negocio del ballenicidio?

¿Y donde está la solución?

La solución real y palpable está en dejar de comprar y consumir la dichosa crema, que dicho sea de paso podrá disimular las huellas del tiempo, pero no elimina al tiempo transcurrido, ni devuelve la juventud. O sea los resultados son casi nulos y a cambio de prácticamente nada, seguimos matando ballenas.

Aceptar nuestra edad, sin vanidad, puede salvar a las ballenas.

Cuando nadie compre cremas hechas con la grasa de las ballenas,¿ a quien le venderán a tan altos precios sus productos?

Es doloroso aceptarlo, pero al final de la jornada, es la vanidad la que sacrifica a las ballenas.

Ése sólo fue un ejemplo, pero la Aldea Global, llamada planeta Tierra, está plagada de estos ejemplos.

¿Como podemos apoyar real y efectivamente a la vida?

Haciendo conciencia de todos los destrozos que nuestras ambiciones y vanidades producen; sin moralinas, ni éticas recalentadas.

Es más sencillo, se trata del futuro de la vida y como especie somos los primeros afectados.

Esos son los senderos de la evolución; la oportunidad de establecer nuestro futuro y construirlo está en gran medida en nuestra conciencia y en nuestras decisiones, y nadie más lo va a hacer.

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